16 de abril de 2023.

Comenzó la primavera y vamos teniendo ganas de retomar el senderismo. ¡Y qué mejor manera de hacerlo! Actividad suave por su distancia y, a la vez, con un puntito de desnivel que nos va preparando para rutas de mayor envergadura.

Elegimos una circular, de fácil andar y muy sendera, por la montaña panticuta de La Cucuraza. Bonito nombre para una montaña; y, no, panticuto no es un adjetivo despectivo, sino el gentilicio de Panticosa. La ruta nos permitirá acceder a dos miradores con preciosas vistas hacia el valle de Tena: el primero, el de la Peña Medio (1575 msnm), a mitad de ascensión, en una breve extensión lineal hacia un espolón; y el segundo, junto a la cima de La Cucuraza (1765 msnm), al que llegaremos también en extensión lineal en suave sube y baja.

Con puntualidad inglesa, nadie falta a las 9:00 am en el punto de encuentro, el centro de la población de Panticosa, frente a la iglesia. Presentaciones, saludos, breve explicación y… ¡en marcha! Al ser una ruta corta, podemos marcar un ritmo suave, ya que la ascensión tiene una pendiente media del 11,50%, con algunas rampas que superan el 25% e incluso el 30%. 

Comenzamos subiendo por el camino del Arrafal, en cuya fuente de igual nombre las mascotas se detienen a refrescarse en su efímero caudal. Nos movemos por cara sur y cota no superior a 1770 metros por lo que, vista la evolución de la innivación (tristemente escasa con relación a otros años), esperamos tener todo el camino limpio de nieve, como así comprobamos. Y, aunque para el día de la actividad se anunciaban vientos moderados con alguna racha fuerte, al soplar de norte apenas lo notamos, ya que, como habíamos planeado, transitamos por la cara opuesta y entre bosques de boj, cajico, haya y pino (rojo y negro), según vamos ascendiendo. Breves paradas en los falsos llanos nos permiten recuperar el resuello, hidratarnos e ir quitándonos capas de ropa, dejando las más valientes sus brazos expuestos al sol que se cuela entre las copas de los árboles. 

Nueve personas en danza, hacemos más ruido del deseado, ¡más que las cuatro mascotas que nos acompañan! Y, como en la montaña me gusta oír el sonido del silencio, tiro de mi vena “mandonicas” (de “profe”… y “de Primaria”, me corrigen con cariño) y en la parte alta del bosque pido bajar el volumen. El canto del cuco nos sorprende anunciándonos la llegada de la primavera. Aunque en realidad yo ya lo esperaba, porque somos viejos amigos y sé que vive por allí. 

Como ya anticipé, al llegar al collado de acceso a La Cucuraza nos despeinamos con alguna racha de viento y recurrimos a capas adicionales para protegernos. El viendo dura poco, porque desde el mismo collado tomamos a nuestra izquierda una senda que, por la loma de la montaña y nuevamente bajo la protección del bosque, nos lleva hasta su cima y el mirador. ¡De las pocas cimas que conozco (por no decir la única) a la que se llega bajando! Tendremos que repasar la cartografía y reubicarla.

Mientras nos dirigimos al objetivo, mi anterior petición de silencio es aprovechada por Pilar, quien nos invita a detenernos en un pequeño prado al sol, con preciosas vistas hacia el norte del valle de Tena y el majestuoso Midi d’Ossau, para disfrutar durante unos instantes de un “Baño de Bosque”.  Nos ponemos en círculo y, siguiendo sus indicaciones, cerramos los ojos para activar el resto de sentidos y la propiocepción, percibiendo la brisa, los sonidos de la montaña, los olores, el suelo bajo nuestros pies… sintiendo todo aquello que nos rodea. Nos explica que es una práctica de bienestar que favorece nuestra conexión y empatía con la naturaleza, que comenzó en Japón en los años 80 y que se ha ido extendiendo y reforzando con la investigación científica, la cual respalda los beneficios que aporta a nuestro sistema inmunitario y nuestra salud mental. ¡Habrá que repetirla!

Llegamos por fin al mirador de La Cucuraza, donde nos fundimos en abrazos de los que duran más de ocho segundos. El sol y la ligera brisa nos permiten quedarnos un rato disfrutando del paisaje, con la sierra de Tendeñera a un lado, al otro la de La Partacua y, entre ambas, el pantano de Búbal. Tras las fotos de grupo y un pequeño tentempié, que nos tomamos con calma, acometemos ya sin tregua el empinado descenso: un primer tramo corto por la pista que sube a Sierra Plana y el ibón de Portet y el resto buceando de nuevo por el entramado de sendas de Las Magas, con sus diferentes ramales entre el bosque. Y así, a las cinco horas de habernos puesto en marcha, llegamos a Panticosa cerrando el círculo. 

La jornada termina compartiendo un pequeño refrigerio en una agradable terraza en un carasol. Y, entre cervezas varias, tónicas, bravas, calamares y algún café, comentamos anécdotas y vivencias y planeamos proyectos, que seguro compartiremos en el futuro.

¡Muchísimas gracias a Ana, Anae, Betxu, Laura, Marga, Pilar, Sandra y Sergio y, por supuesto, a vuestras mascotas, Brisa, Itxel, Sara y Sia, por haberme hecho tan fácil mi debut como monitora para el club!

DATOS:

  • . 9 participantes del club MONTAÑERAS ADEBÁN (8 mujeres y 1 hombre)
  • . 4 mascotas
  • . 11,15 Km
  • . 680 m+ / 680 m-
  • . 5 horas
  • . Track: https://www.strava.com/activities/8900691505

Carmen González-Meneses, monitoria voluntaria de club en montañismo.

club MONTAÑERAS ADEBÁN