Una humilde propuesta para conmemorar nuestro 8 de Marzo

¿La recuerdas? Sí, recuerda a aquella chica de bávaros remendados y pelo afro que se recuperaba del brutal macutazo en el porche del refugio de Oulettes de Gaube. Mediaban los setenta del siglo pasado y al día siguiente la Norte del Vignemale los esperaba en toda su grandeza, a ella y a sus tres compañeros de trepada. Ya tenía cierta experiencia en montaña, ese mismo invierno el Pirineo los había rechazado entre avalanchas desde Tucarroya, de donde escaparon por suerte. Sentía la aprensión lógica por la actividad y el lugar, pero confiaba en sus fuerzas y, sobre todo, en la pericia de sus amigos. Por eso se le revolvieron las meninges al escuchar el comentario, bien alto, de un afamado alpinista que pasaba por allí y soltó a sus colegas: “Pero, estáis locos de meteros en la Norte con esa cría ¡Vosotros mismos!” Al otro día, la cima los vio llegar a todos, cansados y felices. Y luego fueron otras cumbres y crestas en Gredos, Pirineos, Alpes y Andes, pero el recuerdo del comentario displicente seguía martillando y no sólo para la chica del bávaro remendado, también para muchas otras. “Mira, guapa, para ser mujer ya bastante haces. No te metas en niveles que te pueden”, se podía escuchar con frecuencia; y eso como si no hubiera habido pioneras de la Alta Montaña, no hablamos de una Lady Lister o una Madama Lamberth, aristócratas de los tiempos clásicos, hablamos de mujeres “de a pie” trabajadoras, estudiantes, madres de familia, como aquella Isabel Izaguirre o Mª Carmen Arribas del Peñalara o Carme Romeu del C.E.C., sólo por citar algunas.

Pareciera que el fin de las féminas en la montaña era ir trotando, cual cabritilla, tras su noviete, sin más carga que el macutito de la Señorita Pepis;esto duele, pero también hay que reconocer que en muchos casos pasó que, una vez bien casados y cargados de madura responsabilidad, la que antes seguía dócil al noviete, lograba que éste dejara la montaña, vendiera su equipo y se dedicara a cosas menos arriesgadas. Por suerte no todas eran, éramos, así.

Han pasado muchos años, aquella chavala ya no puede ser la que era, pero la montaña le sigue dando tanta vida, que no puede prescindir de ella, a otro nivel, en otro tiempo, pero en este mundo de cumbres y valles escondidos. Han llegado nuevas hornadas de mujeres que abren sus vías y sus vidas en terreno hostil o inexplorado. Vienen mejor preparadas, con mejores equipos ¡Aquellos horrendos y fríos bávaros! ¡Aquel clavar y desclavar a golpe de maza! ¡Aquellas tablas pesadas y armadas con una bonita atadura-cepo lobero! La técnica está ayudando, a todos y todas, más ligereza, mejor información, incluso ¡Ay, por si pasa algo malo! mejores medios de rescate.

Sólo hace falta que la mujer termine de creer en sus posibilidades, porque la mente es tan importante como la preparación y, sobre todo, la prudencia. En la montaña hay sitio para todo el mundo, desde la chica de la mochilita de la Señorita Pepis, hasta la que asciende en la compañía elegida a esas cimas que la llaman a gritos desde lo alto. Y no, no se trata, como alguna visión malintencionada pudiera transmitir, de un
rechazo visceral a la compañía o la colaboración con el hombre. Hemos cambiado mucho y mucho es lo que falta para vernos como iguales por encima de géneros. Ayudándonos como humanos inteligentes, dando cada uno según sus capacidades y recibiendo cada uno según sus necesidades.

Al final, todas y todos pasaremos, pero la montaña seguirá allí. Conservada y respetada para las generaciones futuras.

 

VALE
Sagrario Ramírez Martínez
Montañeras Adebán
Marzo de 2023